Estas en cada ráfaga de viento, que cuando llega, se va al instante, tal cual la alegría que traes y la tristeza que dejas luego.
Estas en cada lágrima que cae sobre mi almohada, y en cada sonrisa descontrolada cada vez que me hablas.
Estas en cada mirada que dirijo en el suelo cuando mis ojos interceptan los tuyos y en cada mejilla sonrojada cuando me dirijes palabra.
Estas en cada escalofrío que atraviesa mi cuerpo en el momento en que el tuyo esta cerca del mío, ya sea por un toque o una cercanía involuntaria.
Estas en cada corazón que dibujo sin sentido en las hojas que se cruzan ante mis manos nerviosas cada vez que te pienso, y en cada tachadura que les provoco intentando olvidarte.
Estas en el tiempo que pasó desde que te quiero, y en el imposible intento de impedirme hacerlo.
Estas en cada letra de cada canción, porque aunque no existas, te invento en ellas.
Estas en cada abrazo, beso y caricia que sueño para ti, y en el simple saber que nunca, jamás, te llegarán.
Estas en cada “te quiero” involuntario que pienso o que me atrevo a pronunciar en mi propia soledad.
Estas en mi angustia cada vez que me ignoras, aquella que solo yo conozco y que refugio en mi baúl de los sueños rotos, aglomerándola con desespero por si en alguna realidad paralela, llegase a transformarse en aquello que mis sueños anhelan.
Estas en el ayer de mi historia, e inevitablemente, y aunque sé que es imposible, en mi futuro.
Estas en el irreal odio que te tengo, por el simple hecho que no puedo dejar de amarte.
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